martes, 11 de noviembre de 2014

Confesiones de madrugada.

No quiero verte a los ojos porque me conoces tan bien que no tardarías en saberlo; que mientras me hablas de ti, estoy imaginando otras tonterías, tonterías de esas, que terminan en desastre.
Y esa carta jamás te la entregaría, porque tú y yo no nos entenderíamos; me pedirías más de lo que te podría ofrecer, me ofrecerías el calor de tus sábanas y nunca me querría ir.
Sé lo mucho que te gusta despertar entre otros brazos y tú sabes bien que guardo bajo la almohada un mapa con destino a recorrer el paraíso de tu espalda sin perderme; y sé por tu propia boca que nada te cuesta dormir sin mí. 
Te he hablado infinitas veces de la libertad y del tiempo; para ti la libertad es parecida al libertinaje, y el tiempo y lo nuestro, es pasajero. 
        … Y una mañana, acostada en sus piernas, le pregunté que si el amor existía, y su risa de lado y su miedo me contestaron que no, mientras su mano derecha buscaba bajo mi almohada el mapa con el camino de regreso al desastre.

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